«Prodigioso suceso de la aparición de una mujer en carne momia, emparedada en una casa de la calle Buensuceso, en la ciudad de Granada. Durante la noche del día de Difuntos del presente año, derrumbóse la pared de uno de los cuartos de dicha casa, lugar donde dormía un racionero de la Santa Iglesia Catedral, quedando al descubierto un hueco -no más grande que una alacena- en el que se halló la muerta, una mujer en carne momia, sentada en una silla, con todos sus vestidos, su saya y sus mangas, la cabeza recubierta de pelo -hebras de estopa que colgaban del cráneo, y sus uñas -las de las manos cortas por habérselas mordido, mas las de los pies largas...
De esta forma tan macabra comienza esta novela... para escribir Amar tanta belleza, Herminia Luque nos sumerge magistralmente en el ambiente del barroco, y sorprende que en una sociedad inmersa en un deterioro económico gravísimo... más información AQUI
Hay una isla dentro de la noche.
Barre la brisa el oxido de un puerto abandonado.
Hablo en sueños a solas. Con calidad de cuerpos submarinos, la noche
trae de su fondo restos de palabras.
Vuelven las sensaciones, mandíbulas de peces de otro mar...
(La isla de Macar, -Los limones absortos- Aurora Luque)
¿Qué puede llevar a una joven a privarse de alimento hasta la muerte?
En el siglo IV d. C. las causas no pueden ser sino de índole religiosa. Veremos así cómo Ávita, la joven fallecida, es considerada una mártir y su tumba va a ser convertida en un lugar de culto.
Pero las cosas no son nunca sencillas. Ni Ávita es una jovencita crédula ni su madre, Honoria, se verá libre de asechanzas. A través de las cartas que se intercambian los diversos personajes de la novela, asistiremos a la reconstrucción de los últimos meses de vida de la joven y los sólidos nudos de intereses tejidos en torno a ella.
El códice adquiere en este texto una dimensión simbólica, encarnándose –literalmente– para traer ante nuestros ojos una época no tan diferente a la nuestra como pudiera pensarse.
El códice purpureo - Herminia Luque.
En el siglo IV d. C. las causas no pueden ser sino de índole religiosa. Veremos así cómo Ávita, la joven fallecida, es considerada una mártir y su tumba va a ser convertida en un lugar de culto.
Pero las cosas no son nunca sencillas. Ni Ávita es una jovencita crédula ni su madre, Honoria, se verá libre de asechanzas. A través de las cartas que se intercambian los diversos personajes de la novela, asistiremos a la reconstrucción de los últimos meses de vida de la joven y los sólidos nudos de intereses tejidos en torno a ella.
El códice adquiere en este texto una dimensión simbólica, encarnándose –literalmente– para traer ante nuestros ojos una época no tan diferente a la nuestra como pudiera pensarse.
El códice purpureo - Herminia Luque.